Todos sabemos que un aeropuerto no está pensado para vivir en él, sino para estar solo el tiempo necesario para coger un avión que nos lleve a un lugar más o menos lejano. Análogamente, el ser humano no ha sido creado para permanecer perpetuamente en esta vida terrena, sino para despegar desde ella a la vida eterna. Nos lo recuerda el mes de noviembre -iniciado con la solemnidad de Todos los Santos y la Conmemoración de los Fieles Difuntos-, cuyo ritmo nos va encaminando al final del Año Litúrgico con la solemnidad de Cristo Rey, para dar paso al Adviento, cuya primera etapa también nos invita a mirar al destino final de nuestra vida y de la Historia. (...) , especialmente en este mes, pidamos la intercesión de los santos, que “mantienen con nosotros lazos de amor y comunión” (GeEx, 4). Ayudémonos unos a otros y, teniendo una nube tan ingente de testigos, corramos, con constancia, en la carrera que nos toca, renunciando a todo lo que nos estorba y al pecado que nos asedia, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe, Jesús, quien, en lugar del gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la ignominia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios (Heb 12,1-2). En esa carrera hacia la meta contamos también con la compañía de Radio María, que nos recuerda y explica la Palabra de Dios y la doctrina de la Iglesia, nos une en oración, nos ofrece el testimonio de los santos y de tantos hermanos nuestros que luchan por ser fieles a Cristo, nos anima en nuestros fracasos y desalientos, y cuando lloramos en este valle de lágrimas, nos invita a mirar a nuestra Madre, vida, dulzura y esperanza nuestra. Unidos en Ellos, con mi bendición, P. Luis Fernando de Prada |